ABUELA, entre a la cocina
En los meses de frío en Cereceda - que no se reducían a los tres meses del invierno - era normal encontrarse a las " gatas " viejas sentadas en una sillita - silla baja - a la puerta de la casa o del corral con las agujas en la mano.
A estas mujeres les cansaba permanecer todo el día en la cocina con el olor a leña quemada.
Si aparecía un rayo de sol, cogían la sillita en una mano y el trabajo en la otra y se salían a la calle.
- Me gusta salir a la puerta de la calle porque, si pasa alguien, puedo hablar con quien pase, te decían.
Recuerdo a la abuela Magdalena sentada en una sillita baja a la puerta de la casa en la que vivía en la calle Larga, haciendo calcetines para su nieto Remi.
Yo se lo decía a mi madre y ella salía a la calle y la obligaba a meterse en el portal pues muchas tardes el viento cierzo bajaba por la calle desde la Poza y " helaba los huesos ".
Bufandas, calcetines y guantes eran un trabajo que le agradaba a las " gatas ".
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