CUANDO MEEN LAS GALLINAS
Cereceda era un pueblo en el que había muchas gallinas.
A las " gatas " les gustaba tener gallinas en el su corral.
Había siempre unos palos en los que las gallinas dormían y un rincón, apartado del paso de vacas, cabras y ovejas, en el que se encontraba el nidal, el lugar al que se " enseñaba " a las gallinas a acudir a poner sus huevos.
Las gallinas eran propiedad de las " gatas " y eran odiadas por los " gatos ".
Mi padre tenía una gran enemistad con las gallinas que eran las dueñas del corral y decía " en la casa manda tu madre y en el corral las gallinas ".
Las gallinas se metían en las pesebreras a comer los restos de comida de las vacas y, años más tarde, en el pilón de cemento que levantamos en una esquina de la cuadra para echarle de comer a la Morucha, la vaca más famosa que tuvo mi padre, porque la criamos desde churra pues era hija de la vaca Jarda y de un semental que trajeron al pueblo de alguna ganadería " brava ".
Si las gallinas se metían en las pesebreras, la paja que quedaba había que tirarla y limpiar bien el pocil porque las vacas lo olían y no comían.
Mi padre siempre le prometió a mi madre que iba a levantar un gallinero en el huerto de casa para que las gallinas vivieran separadas del resto de los animales de la casa, pero nunca lo hizo.
Mi tía Floripe decía " Mi hermano ha dicho que le va a hacer un gallinero cuando las gallinas meen ". Esa frase quería significar " nunca ".
Foto Google. com
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