EL DÍA CRECE EN HORAS DE LUZ
El " viejo " refrán decía : " Después de Navidad ya lo echa de ver el arriero en el andar y la vieja en el hilar ".
Cuando, pasada la Fiesta de Reyes, se abrían las Escuelas y volvíamos a casa a las cinco de la tarde, mi madre enseguida me mandaba meter leña para encender la lumbre o para aumentar el fuego, y cada día que pasaba se iba alargando la tarde.
El arriero se daba cuenta de que cada día su recua de burros podía caminar varias leguas más antes de que " cayera la noche " y le obligara a detenerse en alguna posada para descanso de animales y persona.
Recuerdo que mi padre les ofrecía posada en la cuadra a los arrieros que recorrían la ruta Ciudad Rodrigo - Béjar y ellos le decían :
- Señor Cándido, vamos a seguir otro rato hasta El Maíllo o hasta Morasverdes. Así mañana estaremos más cerca de Ciudad Rodrigo.
En la ruta contraria preferían pasar la casilla de Arroyomuerto esa tarde y bajar a dormír a Garcibuey para estar a la mañana siguiente, más cerca de Béjar.
Las " gatas " viejas que se dedicaban a hilar la lana de las ovejas podían quedarse un rato más al sol en el portalito de la casa antes de entrar a seguir el trabajo en la cocina a la luz del candil de aceite o de la lumbre, porque mi abuela decía " que para hilar con la luz de la lumbre se ve de sobra ".
Antes las casas del pueblo tenían un portalito en la entrada de la casa en el que se refugiaban las " gatas " en las tardes de invierno, resguardadas del viento gallego y del cierzo, y aprovechando los rayos del sol de la tarde.
Recuerdo los portalitos de la señora Cipriana en La Esquina y el de la abuela María en La Plaza.
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