EL RINCÓN DEL CARASOL
Sentarse en el carasol a coser era un trabajo o un descanso de las " gatas " en las tardes de otoño y de invierno. Nunca lo hacían en la primavera porque " había mucho trabajo en los linares, entre sembrar las patatas y zacharlas y acogumbrarlas, y poner los chochos y las alubias, y enseguida empezar a regarlas " , me dijo una gata del Altozano.
El mejor carasol era el que se formaba en el Altozano a la puerta de la señora María, porque su casa y la de al lado formaban un rincón especial para tener sol hasta que se escondía camino de Portugal.
Además el viento de Cilleros - el frío cierzo - no podía entrar allí pues las casas se lo impedían.
Hasta ese carasol me llegué algunas tardes a la salida de la escuela y allí estaba mi abuela Águeda, que bajó de La Bastida tras casarse con mi abuelo Matías, viudo de su primera mujer la abuela Isidra.
Otro carasol se formaba por la zona del potro del tío Manolo en la calle Larga, y otro hacia la Esquina junto a la casa de mi abuela Fausta.
Mi madre tenía su propio carasol en el huerto de casa mirando hacia la Peña de Francia, protegida del viento cierzo por la casa y con el sol haciéndole compañía toda la tarde.
Así era la vida de las " gatas " en el Cereceda de mi niñez, unos años en los que la " gente menuda " era muy abundante por las calles y por la Plaza del pueblo a la espera de que " tocaran al rosario y que llegara el coche de línea que venía de la capital ".
Al marcharse el sol, se encendían las lumbres, volvían las cabras y las ovejas a los corrales y mi amiga Asun bajaba hasta la Esquina " a dar la luz ".
Fotos Constantino González Macías, GATO 2019 y Google.com Fotos de El Altozano de Cereceda.
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