ENHEBRAR LA AGUJA
Uno de los quincalleros que hacían noche en la posada de mis padres se dedicaba a vender " lentes para ciegos " según sus palabras.
En Cereceda vendía lentes de ese tipo pero las mujeres que cosían al sol procuraban que alguien mucho más joven le enhebrara algunas agujas para coser a la noche.
Ya he contado que la luz que llegaba a las cocinas era muy escasa, cuando llegaba, porque yo recuerdo hacer las cuentas de dividir que mandaba D. Lamberto a la luz de un candil de aceite o de petróleo y hasta a la luz de las " llamas " de la lumbre.
Mi vecina era la señora Magdalena y como no tenía quien le enhebrara las agujas, me pedía ayuda.
Yo le enhebraba tres o cuatro agujas con hilo negro, que era el utilizado en Cereceda, cada vez que yo acudía a su casa.
Me pagaba siempre con frutas de los huertos propios : castañas o nueces o manzanas muy dulces o peras.
El tío Remigio - su yerno que estaba viudo de la señora Mercedes - tenía en el huerto de casa un árbol que " daba peras en unas ramas y manzanas en otras ".
D. Lamberto me explicó que era un manzano con injerto de peral.
Hoy puedo decir que en las proximidades de mi huerto hay melocotoneros injertados en almendros.
Pero solamente dan melocotones.
Yo tengo un naranjo satsuma injertado en un naranjo amargo, que da naranjas, unas dulces y otras amargas, según la rama de la que se cojan.
Foto pinterest.es
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