CADA MOCHUELO A SU OLIVO
El mochuelo es el ave de los olivos y, aunque en Cereceda no había olivos, mi padre los conocía muy bien pues recorría varias veces al año la zona de La Sierra y sus pueblos para comprar vino y la zona de las Hurdes, donde abundaban los olivos.
Cuando llegaba el uno de diciembre en Cereceda la noche aparecía a las seis de la tarde y, una vez recogidos los animales en los corrales y cenado las patatas cocidas con el trozo de tocino frito, los mozos y muchos " gatos " casados se dirigían a la taberna.
En la taberna se tomaban el café - café portugués preparado en puchero de barro - y una copa de aguardiente.
La cocina de la taberna tenía una buena lumbre y en las dos salas había brasero bajo las camillas.
No había prisa ni era necesario madrugar a la mañana siguiente.
El problema era la luz eléctrica que se suplía con candiles de petróleo o de carburo que alumbraban suficiente para " echar la partida al julepe y hasta a las siete y media ", una vez que los " gatos " casados regresaban a la cocina de sus casas.
Esa " mocería " - así lo decía mi padre - se quedaban " hasta las tantas " jugando y tomando aguardiente.
Ya he contado que mi padre se acostaba y yo pasaba con menos de once años a ser el tabernero de Cereceda.
Si mi padre se despertaba porque dormía en una alcoba de la sala y algunas noches los mozos discutían por cualquier " tontería ", tenía dos frases para cortar la riña : " Cada mochuelo a su olivo " o " un palo al candil y tós a dormir ".
" Cada mochuelo a su olivo " significaba que se había terminado la noche en la taberna.
Foto Google.com Un mochuelo en un olivo.
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