AL FREIR SERÁ EL REIR, y al pagar será el llorar
Mis padres tenían una taberna en Cereceda.
En aquellos años solamente había en el pueblo dos tabernas : la taberna de Tito y la taberna de Cándido.
La diferencia estaba en un detalle muy importante : La taberna de mis padres era también posada.
La casa en la que estaba la taberna tenía una entrada desde la carretera de Ciudad Rodrigo y otra desde la calle Larga.
Tenía un corral muy amplio y una cuadra, lo suficientemente amplia para alojar en ella dos docenas de caballerías.
Del 1940 hasta el 1960 todos los caminos estaban llenos de trajinantes.
La ventaja que tenía Cereceda era que se encontraba en el límite de Castilla y Extremadura o en el límite de Salamanca y Cáceres,
Muy cerca estaban Las Hurdes y sus habitantes se dedicaban a cambiar cosas con los salmantinos : aceite y aceitunas o castañas o miel por trigo y cebada y alubias y patatas.
La otra ventaja era la cercanía con la Raya portuguesa.
Ya he contado que en la posada de mis padres se juntaban muchas noches jurdanos con aceite o miel, portugueses con azúcar o café, vendedores de " todo tipo " con sus carros de mulos o bicicletas, y " haciendo la vista gorda " una o dos parejas de la guardia civil.
La cocina de la posada era un " pequeño universo " en el que yo me moví a mi antojo hasta los once años en que me marché a estudiar el bachillerato al colegio de los padres Claretianos a San Martín de Trevejo en Cáceres.
Todas las personas que dormían en la posada - la sala grande y la sala chica, el portal, el tenao de la paja y el tenao del heno y hasta la cuadra -, eran mis maestros cada noche de las cuatro estaciones del año.
Don Lamberto fué mi maestro con mayúsculas pero yo tuve cientos de maestros " de una o varias noches ".
Todos felices en la cena y felices al pagar porque muchos pagaban en mercadería y a otros mi padre les perdonaba la " cuota de la posada ".
Todos marchaban contentos de la posada y me prometían volver " pronto " o al año siguiente y traerme " cientos de cosas " de su tierra.
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