UNA COPA DE COÑAC
- Ponme una copa de coñac, era una frase que yo escuchaba muchos domingos a l mozo que llegaba a la taberna después de comer.
En la taberna de Cereceda, era " corriente " pedir un café. Más bien, diría que era obligado pedir un café con unas gotas de aguardiente, y después una copa de coñac.
Las tres marcas de coñac que yo despachaba en la taberna eran Veterano y Soberano y Fundador.
De entre las tres, destacaba Fundador. Era la marca favorita.
Cuando íbamos a Tamames, a casa de la señora Margarita, a comprar licores, había que comprar tres botellas de Fundador por una botella de Veterano y otra de Soberano.
A l mozo que pedía en la barra de la taberna una copa de Fundador, le gustaba entrar a la sala grande y acercarse a los corros que jugaban a la brisca o al tute, con la copa de Fundador en la mano, presumiendo de su copa.
Luego la colocaba encima de la " cómoda " que había en la sala y, muchas veces, se olvidaba de ella si lo invitaban a sentarse y a participar en la partida de cartas.
A la hora de marcharse - " me voy a ver a la novia ", decía - apuraba el coñac que podía llevar dos o tres horas en la copa a la espera del mozo que se lo llevara a la boca.
Por la noche, los mozos de Cereceda pedían un café y, detrás, una copa de aguardiente.
Aguardiente que procedía de la destilería de los hermanos Flores de Garcibuey y que mi padre compraba por cántaros y llegaba al pueblo en lo alto de la burra, entre dos pellejos de vino " peleón ".
Así se pasaba la tarde del domingo en Cereceda.
Foto pinterest.es
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