CAMINANDO POR LA PLAYA
Yo soy aficionado a caminar junto al agua en la playa.
En verano llevo las sandalias con agujeros en la mano, pero en invierno, las zapatillas se " lavan " algunas veces con agua de mar.
Me gusta oir cómo se rompen las olas en los cantos rodados de la orilla y ver de cerca las olas rompiendo y respirar la espuma que brota y resbala entre las piedras
- Es el mejor remedio para no coger catarros y fortalecer los pulmones, dice mi amigo Jorge, médico especialis de esas enfermedades.
Esta tarde me he encontrado a un hombre solitario, las manos a la espalda y el paso " cansino " que es como llamamos en mi pueblo al paso cuando estás cansado.
Lo he seguido a cierta distancia, algo así como si yo fuera su guardaespaldas.
He intentado adivinar si era vecino de la zona o si era turista español, venido de tierras de La Mancha o de Castilla o de Galicia.
He decidido que es gallego y que echa de menos su mar, el mar de Galicia, y por esa razón se acerca al mar tranquilo, comparado con el suyo, que baña las costas mediterráneas.
La gorra o el sombrero se han quedado en casa o en la habitación del hotel.
He buscado con la mirada a una mujer sola mirando al mar y siguiendo con la vista al hombre que camina por la playa, y la he encontrado, de pie, apoyada en la barandilla del pequeño riachuelo que vierte sus aguas directamente al mar.
Ella es su guardaespaldas.
Entonces mi trabajo ha terminado. Doy media vuelta y me alejo camino del acantilado.
En ese momento me olvido de las preguntas que hago siempre a quienes me encuentro en la arena: nombre, procedencia, años.
Espero que su mujer no le eche " riñas " por haber dejado que el agua del mar - de un mar que no es el suyo - le haya mojado los zapatos de los domingos.
Foto pinterest.es
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