EL PRECIO DE LA FELICIDAD
El precio de la felicidad se paga en olvidos.
El tío Nicomedes se marchó voluntario a la mili porque no quería que le tocara el Sidi Ifni o cualquiera de las dos ciudades del Norte de África.
El tío Nicomedes tuvo " desde siempre " la idea de irse a vivir a la capital y " coger un negocio ".
El tío Nicomedes se criaba en una casa en la que no había vacas porque no tenían tierras que arar y se pasó algunos años de su juventud, antes de irse voluntario a la mili, arando con bueyes en el Campo Charro.
Pero aquello no era lo " suyo ".
Cuando acabó la mili en el cuartel de Zapadores de Salamanca, entró a trabajar en un " puesto " de la Plaza del Mercado.
Ahora estaba en lo " suyo ".
Y allí, entre patatas y berzas y zanahorias y lechugas y tomates, le volvió a surgir la idea de montar un negocio.
Primero cogió el traspaso de una frutería y luego la compró.
Se casó con una moza de La Armuña que lo quiso hacer sembrador de lentejas, pero que no lo consiguió porque la frutería era " su vida " y la vida de sus hijos, cinco en total.
Y un día, cuando los hijos se desperdigaron " como los polluelos de la clueca ", traspasó la frutería y se volvió con la armuñesa a su pueblo.
Ahora su felicidad es " olvidar los años de frutero " para vivir los años de jubilado y de abuelo, me dijo una tarde que me lo encontré con la barbilla apoyada en las manos, y las manos apoyadas en la cayá.
Foto pinterest.es
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