domingo, 26 de octubre de 2025

. . . Y ESTÁ DORMIDA

 


 

A mí me gustaba ir a llevar las corderas al huerto de la Calleja el Castaño.

Era un huerto en el que mi padre " tiraba " cebada para que las ovejas la comieran " en verde ".

Allí se pasaban las corderas y los corderos muchas horas en los días de invierno.

El huerto con una pequeña pendiente hacia el sur, recibe los rayos del sol desde media mañana hasta que desaparece en el horizonte, camino de Portugal. 

Es un sitio especial, " a la solana ".

Las corderas y los corderos solían " amontonarse " junto a una pared para recibir el calor del sol y guardar mejor el que ellos tenían en sus cuerpos.

Los llevaba a las diez de la mañana, justo después de salir las ovejas  - guiadas por el pastor - camino de la sierra, orientada al sur y repleta de brezos y peñascales.

Era un oficio que yo realizaba muchas mañanas antes de ir a la escuela.

Al volver del huerto - muy próximo a mi casa - cogía la estufa y la pizarra y el pizarrín y me iba a la escuela.

- No te entretengas con los corderines, me decía mi madre, que a Don Lamberto no le gusta que llegues tarde.

Y a la tarde, al salir de la escuela, - a las cinco - volvía al huerto de la Calleja el Castaño a recoger a mi piara de pequeñines.

Y alguna corderina estaba dormida sobre la cebada verde y junto a la pared, adormilada por los últimos rayos del sol de la tarde invernal.

 

Foto  pinterest.es 

 

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