DESDE PEQUEÑÍNES EN EL HUERTO
pequeñines.
Nuestras madres nos envolvían en la toquilla hecha de la lana de las ovejas de la familia, y en ella
dormíamos, si era necesario, en el vado de un surco de patatas o de remolachas o de frejones.
Los huertos estaban muy cerca de las casas pero " no se podía dejar a los pequeñines solos en casa, así
que los llevaba al huerto ", me dijeron algunas " gatas " cuando les pregunté por la crianza de su
familia.
Y, cuando llegaba el tiempo de las Eras y el Teso, la sombra del carro o de una hacina o el sombrajo
levantado con cuatro ramas de roble y unas escobas, servía de cuna para " dormir la siesta ".
La ventaja de llevar a la " gente pequeñina " a las Eras o al Teso o las praos en los que se trillaba (
algunos años se trilló también en la Vega ) era, según mi madre, que allí había muchas " rollas ".
La " rolla " era la persona femenina que se encargaba de cuidar a los muchachines y a las muchachinas.
El peligro eran el tamo y las moscas y los mosquitos.
El tamo eran los pedazos pequeñísimos de la paja y que el viento metía en los ojos y los oídos de las
criaturitas.
En los huertos el peligro era el agua que rompía los cortaderos y se " iba por donde quería y por allí
estaba el muchacho durmiento ".
¡ Tiempos felices en un pueblo plagado de lloros de chiquitines !.
Foto Google.com

No hay comentarios:
Publicar un comentario