martes, 11 de julio de 2023

 LAS GALLINAS Y EL GALLO  en lo alto de la valla.








Algunos praos y cercaos que estaban alrededor de la casa, carecían de paredes.

Su cercado era de postes y tablones de roble.

Allí les encantaba subirse a las gallinas y al gallo, el rey del gallinero, y al que mi madre había bautizado con el nombre de Quilama.

Este nombre se lo puso porque ella le había comprado una docena de pollas a un vendedor de Navarredonda, al otro lado de la sierra de La Bastida, en la comarca de La Calería. 

El vendedor le vendió once pollas y un pollo.

Mi madre se enfadó un poco, como le ocurría a las " gatas " cuando algún vendedor las engañaba, pero crió el pollo y, cuando se convirtió en gallo, pasó a ocupar el lugar de Kiriko, el viejo gallo que llevaba años " mandando en el corral ".

El nombre de Kiriko se lo puse yo porque el cabo Juan me había contado la historia del " gallo Kiriko que fué a la boda de su tío Perico ".

Kiriko terminó en la cazuela con abundancia de arroz para ofrecer a los Ingenieros de Montes que " regalaron una corta de robles " al Ayuntamiento.

Kiriko murió cambiado por robles viejos.

Quilama, es el nombre de una joven musulmana de la que se enamoró Don Rodrigo, el último rey godo, y que " reposa eternamente junto a su tesoro en el fondo de la cueva de la sierra de Quilamas ", una zona llena de leyendas en el sur de la provincia de Salamanca, muy cerca de Cereceda.


Foto  pinterest.es

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