miércoles, 14 de mayo de 2025

LA VIDA Y EL TIEMPO






 El reloj de bolsillo siempre llamó mi atención.

¡ Si hasta pensé comprarme uno cuando tuviera dinero . . . !.

A la posada de mis padres acudía un " señorito " de Salamanca - para nosotros se denominaba " la capital " - que traía en su chaleco un reloj de bolsillo con una cadena de oro. 

Desconozco si real o de imitación.

Cuando quería convencer a algún " gato ", se sacaba el reloj del bolsillo del chaleco y el " gato " - o el " gatín " en mi caso - se quedaba " embobao " mirando aquel reloj.

Ese hombre, que tenía un cargo importante en los Servicios Oficiales de la capital, acudía a Cereceda para controlar las cosechas de trigo y de patatas.

Era muy serio pero conmigo se portaba muy bien.

Me hacía regalos de libros de cuentos por mi información sobre la casa donde vivía algún " productor de patatas colorás ".

Le gustaba comprar - y las pagaba " con gusto " - patatas rojas para sus familiares y amigos.

Las patatas rojas se sembraban en las hondonadas y se criaban sin regar.

- Son un manjar exquisito para el paladar, le decía a mi padre.

Y mi padre me " mandaba " a casa de algún vecino a decirle que el señor Vitoriano quería un saco de patatas colorás y que las pagaba a buen precio.

Yo era un buen recadero y mis servicios eran doblemente recompensados: por el vendedor y por el comprador.

Hoy tengo una pequeña colección de relojes de bolsillo, regalo de familiares y amigos, en mi casa del pueblo.


Foto  pinterest.es


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