martes, 13 de mayo de 2025

 EL RELOJERO




En mi niñez Cereceda carecía de relojero " oficial ".

A la posada llegaba un " portugués " que decía que arreglaba relojes.

Yo lo acompañé muchas veces a casa de alguna " gata " a quien prometía arreglar el reloj.

El reloj que había en todas las casas del pueblo era un reloj despertador.

El reloj despertador era importante en dos ocasiones: Cuando te tocaba el agua de la Poza y cuando tenías que viajar a la capital.

En la secretaría había un reloj, grande y hermoso - al menos eso me parecía a mí - por el que se regía la vida del pueblo.

Entrábamos a la escuela y salíamos por " la hora del reloj de la secretaría ".

Ver  a algunos " gatos " y a alguna " gata " camino de la Poza para destaparla al amanecer, era algo " habitual " en las primeras horas de las mañanas de primavera y de verano.

El agua " del común " se regía por ese reloj, y cada vecino tenía dos horas de agua " exactas ".

El viaje a la capital de la provincia se regía por el reloj del coche de línea. Pasaba por el pueblo a las 7 horas y 20 minutos, que no siempre coincidían con el horario del reloj de la secretaría.

Los otros trabajos veraniegos - segar, acarrear, trillar - no necesitaban reloj pues tú madrugabas lo que querías.

Igualmente el agua de todas las otras Pozas que había en el pueblo para regar los linares, no seguían ninguna norma horaria.

Para regar a la Isla, a las Canalejas o a la Fuente Castaño no se precisaba de reloj, ni de reloj de muñeca ni de reloj de bolsillo ni de reloj despertador.


Foto  pinterest.es

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