martes, 11 de junio de 2019


A PUNTO DÍA

Hasta que me marché a estudiar primero de bachiller, interno, al Colegio de los Padres Claretianos en San Martín de Trevejo - un precioso pueblo de Cáceres - en mi casa había un solo reloj. Era un reloj despertador.






Aquel reloj servía para despertar a toda la familia y a las personas que dormían en la posada,  y para llamar mi atención de matemático principiante.
- D. Lamberto, el reloj despertador de mi padre tiene mal los números. Todos los números están escritos con números romanos. Una raya, dos rayas, tres rayas, para el 1, el 2 , el 3.
D. Lamberto se reía cada vez que yo se lo contaba. Porque se lo conté muchas veces.
- Pero para poner el número 4 pone cuatro rayas.
D. Lamberto, todo serio, me decía que estaba mal escrito. Debía poner una raya y una uve. Así IV . Y me lo escribía en la pizarra.
Aquel viejo reloj, al que en una ocasión tuvo que " ajustarle " la maquinaria Glodomiro Galván, el relojero de Cereceda, solía pasearse en verano por la calle Larga.
Cuando llegaba la época de regar el huerto del Castaño, el reloj se " iba hasta la poza " para indicar cuándo debíamos tapar la poza o cambiar el agua a la regadera que pasaba por debajo de la carretera, besaba los pies de la cruz de la estación nº 7 del viacrucis y dirigirse hacia la carretera del Cabaco.
Mi madre llevaba el reloj en la mano izquierda y la azada en la mano derecha para " cambiar " el agua.
Alguna mañana había cuatro despertadores en la poza. Cada dueño de dos horas de agua acudía con su reloj despertador.
- Yo acabo de ponerlo en hora con el reloj de la secretaría, decía el que había subido por la calle de las escuelas.
El reloj de la secretaría marcaba la hora oficial en Cereceda.
- Si hasta D. Lamberto nos mandaba ir a mirar la hora al reloj de la secretaría casi todas las tardes.
Pero había una hora que nunca la marcaba el despertador de mi casa.





Era la hora de ir a trabajar en primavera y en verano. Esa hora la marcaba el sol. Mejor dicho, la marcaba la claridad  del amanecer, el alba, " a punto día ".
- Mañana tenemos que madrugar. Salimos " a punto día," decían unos a otros los hombres que iban a la feria a Tamames, o los que iban con los carros de paja a Miranda, o los albañiles que iban a trabajar - Salgaeras arriba - a la Nava.
Cuando yo voy a Cereceda, en verano, acostumbro decir esa frase a algún amigo que quiere venirse conmigo hasta los Pueblos.
- Nos vemos por la mañana, " a punto día."

Foto  pxhere.com  ( www.google.com )

Foto  freepik.es  ( www.google.com )

No hay comentarios:

Publicar un comentario