viernes, 16 de septiembre de 2022

 LA CORTA






CORTA es una palabra que escuché muchas veces en la " sala " de la taberna de mis padres.

Casi todos los años el tío Manolo el herrero, que era el alcalde, acudía a encargar a mi madre una comida para los ingenieros.

Yo sabía que eran los ingenieros de montes que venían al pueblo para marcar los robles que se iban a cortar.

Se hacía una " entresaca " de robles de las Nogalitas, de la Piñuela, del Mato o de los Valles para sacar dinero y para eliminar los robles que" ya no engordarán más."

En esa comida se acordaba cuántos robles se " tiraban ".

Después venía la subasta de la corta, llegaban al pueblo los pujadores que comían el " banquete " preparado por mi madre, y en la camilla de la sala se repartían los robles cortados.

Más tarde aparecían los hombres del destral y del tronzador y los camiones que llevaban los robles  a  León o a Medina del Campo convertidos en traviesas para las minas o para las vías del ferrocarril.

Yo me preparaba para conocer nuevas historias, nuevas palabras, nuevas canciones en las noches del sábado por aquellos hombres que dejaban a sus familias lejos de Cereceda para ganarse unos reales con la corta.

Por último, los vecinos se repartían los quiñones con los restos de los robles, y los carros de leña llegaban al pueblo para dar calor a las casas en invierno mientras que otros vecinos aprovechaban para hacer cisco con los restos de los robles cortados.

La corta en la dehesa era un acontecimiento en la taberna de Cándido y en la cocina de Constantina, mis padres.


Foto  google.com

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