sábado, 17 de septiembre de 2022

¡ JUAN, ESCUCHA . . . !





Juan está sentado, sin prisa, apoyadas las dos manos en su paraguas que le sirve de bastón, las piernas estiradas para que descansen un poco, " porque a la mi mujer le gusta ir a la tienda y llevarme de compañía. ¡ Pero si sabe que yo ya no puedo con una bolsa llena de aire !. "

La mujer le anima a levantarse del banco.

 " Tengo que preparar la comida y tenemos que comer, que luego te duermes a media comida. Pero tú te has sentado en el banco como si te trajeran la comida hasta aquí." Ese sermón me lo sé ya de memoria porque me lo " suelta " todas las mañanas en cuanto me siento en un banco.

Merenciana y Juan se conocieron de niños en la escuela del pueblo. Juan era ocho años mayor y cuando dejó la escuela - porque en los pueblos se dejaba la escuela en cuanto se servía para algo - se marchó a Bilbao a trabajar en una fábrica de herramientas de carpintería. Empezó metiéndolas en las cajas y terminó, con tan sólo 29 años, de encargado del taller.

De Bilbao se marchó a Eibar a trabajar en una fábrica de máquinas de coser.

Un año, cuando volvió al pueblo de vacaciones, trajo en su coche GORDINI dos máquinas de coser. Una se la regaló a su madre y la otra se la vendió a la madre de Emerenciana.

- Aquella máquina de coser que tenía un pequeño defecto en la rueda, me " buscó " novia. Dos años después nos casamos y nos fuimos a vivir a Eibar, un pueblo entre montañas. Allí nacieron los mis dos muchachos y las mis dos muchachas. 

- Cuando me jubilé nos vinimos a vivir a Salamanca porque una de las mis muchachas, Nori, la pequeña, se casó con un médico de huesos que está aquí de profesor y que es la mi salvación.

- La mi mujer y la mi muchacha tó se vuelven con que camine más y coma menos. Menos mal que el mi yerno dice que un paseo cortito por la mañana y otro por la tarde después de la siesta, es suficiente pa mantener las piernas en forma. Eso sí, me ha quitao el cigarro y, al principio, lo pasé mu mal porque yo ya fumaba de muchacho en el pueblo.

- Hoy vamos a comer a casa de la mi muchacha y, por eso, estoy haciendo tiempo en este banco del parque aunque la mi mujer no hace más que meterme prisa. ¡ Si no van a comer sin nosotros, mujer !. Si se callara un poco, seguro que me echaba una siestecita. La " siesta el burro " decimos en el mi pueblo.

- No sé qué lleva en esas bolsas, pero siempre le gusta llevar algo. " Siempre que vayas de visita, tienes que llevar algo ", me dice.

- Yo le llevo la alegría a los mis tres nietos y las historias que les cuento, de cuando estuve en la mili en África, los dejan embobaos. Algunas son mentira, pero tó vale cuando el abuelo cuenta una historia.


Foto  pinterest.es

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