viernes, 14 de octubre de 2022

EL QUE SE QUEMÓ CON LECHE, cuando ve una cabra, llora.






En Cereceda todos los críos, desde nuestra más tierna infancia, éramos especialistas en ordeñar cabras.

En invierno realizábamos el trabajo en el corral, pero en primavera y en el tardío - nombre dado al otoño en el pueblo - se hacía en el campo, aunque nuestra especialidad era acudir a ordeñar las cabras al mediodía - un mediodía un poco " tempranero - a Las Salgaeras, una zona cercana al pueblo, una vez cruzado el río Cerezo por el puente del Camino La Nava o a " la pata llana " frente a la casa de la tía Amparo.

La leche del verano servía para hacer la migá, la parte más importante de la cena veraniega.

Todos recordamos con añoranza la cazuela de leche migá en el centro de la camilla y todos los miembros de la familia, sentados en corro a su alrededor, alargando la mano con la cuchara en cuanto se daba la " orden " de iniciar la comida de la migá.

A todos nos encantaba la leche fría de la migá, que era la que habíamos traído desde las Salgaeras en una cántara con el cuidado de no caer " ni una gota " por el camino.

Éste refrán lo decía mi abuela Fausta para animarnos a comer de la fuente del centro de la camilla, porque esta leche estaba fría, fría de la despensa pues en aquellos años no había frigoríficos.

Todavía en el siglo XXI, algunos hijos del pueblo continuamos terminando nuestra cena con una cazuela de leche migá, aunque ahora sea de supermercado.

Se cuece la leche al mediodía, se echan las sopas de pan en un tazón, se guarda en el frigorífico, y al llegar la noche, a recordar otros tiempos, otras cocinas y otras compañías familiares.

¡ Buen provecho !, señores " gatos " y señoras " gatas ".


Foto  Google.com



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