viernes, 7 de junio de 2024

 LA PERRA CHICA





Era la moneda de menor valor en mi niñez.

Una perra chica era una moneda de aluminio y equivalía a cinco céntimos de peseta.

Había que juntar veinte perras chicas para tener una peseta. 

Don Antonio nos daba de " paga " una perra chica cuando acudíamos los monaguillos a la misa del domingo o de cualquier día de Fiesta.

Solamente el día de San Marcos - el Patrón de Cereceda - solía entregar una perra gorda a todos los monaguillos pero el día de San Pablo - el segundo Patrón del pueblo - daba una perra gorda a los tres monaguillos que ayudaban en la Misa, y a los demás una perra chica.

Acostumbrábamos ser seis los monaguillos., agrupados de dos en dos pero con cambios de pareja cada poco tiempo.

El día de San Marcos se " gastaba " seis perras gordas o sesenta céntimos, sin premio especial para quienes habían ayudado en la Misa  o para quien llevaba el incensario o la naveta con el incienso.

Cuando dabas mucha guerra en casa, te solían amenazar con quitarte la " paga ", que solía ser una perra chica.

Mi madre - antes de 1950 - te daba un " puñao " de chochos salaos por una perra chica en la taberna.

A partir de esa fecha, con una perra chica era difícil que te pudieras comprar algo en la taberna o en el comercio.

La solución " gatuna " era juntar las perras chicas hasta tener un real - dos perras gordas y una perra chica o cinco perras chicas - que " ya era dinero " te decían las " gatas ", o continuar ahorrando hasta llegar a los dos reales, equivalente a un " pequeño capital ".

Una peseta - veinte perras chicas o diez perras gordas - era un " capital digno de ser guardado en el cerdito de barro para cuando hagas la primera comunión ", te decía tu madre o tu abuela.

Algo parecido - guardando la distancia de los años - a coleccionar monedas de un céntimo o de dos céntimos de euro actualmente.


Foto  Google.com

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