sábado, 17 de noviembre de 2018


NO HAY COSA MÁS SANA QUE COMER EN AYUNAS UNA MANZANA.






Cereceda era un pueblo con pocos manzanos.
Mis padres tenían un manzano en el huerto de casa. Era un manzano que tenía las raíces en el pozo del que bebíamos el agua en mi casa y en medio pueblo.
Las manzanas, que no tenían una marca especial, eran pequeñas, muy dulces y coloraditas. Mi padre jamás lo " trató ", que en Cereceda significaba sulfatar.
Recuerdo unos manzanos que tenían los padres de Josefa, Daniel y Josefa, muy cerca de la Fuente  la Mocarria. Eran bajitos y con las ramas muy abiertas. Las manzanas eran muy dulces. Yo las comí muchas veces, por la mañana en ayunas y por la tarde antes de la merienda. Las cogía del árbol, aunque me gustaban más las caídas porque estaban más dulces.
Estos manzanos se regaban con el agua de la Fuente la Mocarria.
Había manzanos en muchos huertos que se regaban con el riego de las patatas. Estos manzanos daban manzanas para guardarlas entre el trigo o entre la cebada en la panera del " sobrao " y comerlas en invierno. Era un postre propio de las matanzas y de la Navidad.
A mi madre le gustaba hacer una " ristra de manzanas " y colgarlas en la sala para que se madurasen con el calor de los braseros del bar.




Esas manzanas eran " reinetas " con una piel verde y tersa que se transformaba en amarilla y arrugada al madurar.
Hoy muchos de esos manzanos se han "secao " porque los huertos se han dejado de sembrar y de regar.
- El agua de Cereceda es muy fina y muy apropiada para cerezos, ciruelos y manzanos - me dijo un ingeniero de montes de los que venían a Cereceda, y acostumbraban comer - invitados por el Ayuntamiento - en el bar de mis padres.

  Foto   www.google.es

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