lunes, 31 de enero de 2022

 ESCARIARSE





. Resquebrajarse la piel por el frío.

En el frío invierno de Cereceda se empleaba muchas veces el verbo escariarse, aunque nosotros decimos escarearse.

Una de las cualidades de nuestra piel de pueblo de frío es la tersura, la carencia de arrugas de la piel. 

La primavera hacía que nuestras mejillas brillaran de color rosado porque habíamos pasado mucho frío. Ahora el sol y el aire las volvían rojizas.

Todos los " gatines " y " gatinas " teníamos siempre la cara al aire. Odiábamos los gorros y las bufandas aunque el aire cierzo, que llegaba de Quilamas, nos dejara helados. 

A las " gatas " les costaba " Dios y ayuda " que nos pusiéramos los gorros " bien calados " porque enseguida sudábamos y, además, los sabañones de las orejas nos hacían llorar.

Nuestras manos tenían la piel resquebrajada porque nos gustaba jugar con la nieve : hacer muñecos o bolas que rodábamos calle abajo hasta los huertos era una de nuestras diversiones.

Los chupiteles que colgaban de los tejados los llevábamos en la mano como si fueran los helados gratuitos que la naturaleza nos regalaba.

D. Lamberto me reñía por tener las manos escareadas y los dedos con sabañones. Mi letra, que siempre fué poco elegante, - tras pasar por la universidad se hizo ininteligible - le ponía de mal humor cuando me tocaba hacer el " Cuaderno de Rotación " en el que quedaba reflejado el trabajo del día.

Si me tocaba hacer el sábado, con el evangelio incluído, siempre me decía : Se lo voy a enseñar a D. Antonio para que te quite de monaguillo.

Ser monaguillo en Cereceda era un privilegio reservado a los buenos estudiantes de la escuela.

Y con ese trabajo mi alcancía , mi cerdito de barro de Tamames,  engordaba su panza.


Foto   google.com


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