sábado, 22 de enero de 2022

 UN CAMINO HASTA EL POZO

                                                           Este artículo hace el nº 4.000 de los publicados en el blog.

              Lo he dedicado al pozo de Cándido, mi padre, que es el nombre con el que se le conocía en el pueblo, aunque el pozo era de mi madre, Constantina.





En mis recuerdos infantiles de la Navidad están grabadas imágenes de las que he hablado en varios artículos.

Hoy traigo el recuerdo del camino en la nieve hasta el pozo. El pozo estaba en el huerto que había desde  mi casa hasta la carretera.

Era el pozo de Cándido que abastecía de agua para beber a medio Cereceda.

El agua para beber, para fregar, para cocer los calderos, para lavarnos y para los animales, la metíamos con cántaras, calderetes y herradas desde ese pozo hasta la casa.

La llegada del frío hacía que " salir a buscar agua al pozo " fuera un trabajo desagradable.

Recuerdo un año - debió ser en 1949 o 1.950 - con abundancia de frío. Habíamos hecho la matanza el día 26 de Diciembre en casa de mi abuela y mis padres preparaban la de nuestra casa para el día 2 de Enero pero tuvimos que aplazarla aunque mi madre renegó porque ya tenía todos los preparativos : las tripas, la calabaza, los panes para la morcilla, el pimentón de la Vera, los piñones de las piñas del campo escolar, la mesa de matar y hacer los chorizos, las artesas y los invitados e invitadas.

Pues hubo que retrasarla porque la mañana del día de Año Nuevo, mi padre tuvo que abrir un camino con el pico y la pala desde la puerta de la casa hasta el pozo. La nieve que cayó el último día del año se convirtió en hielo por la noche.

- Así no se puede ir a los Pontones a lavar las tripas. El río seguro que está helado, dijo mi padre.

Y mi abuela Fausta, que era quien fijaba el día de las matanzas familiares lo corroboró con estas palabras : " No se puede ir a Tamames a reconocer las carnes."

Significaba que no se podía ir a Tamames, a 12 km de distancia,  para que el veterinario diera el visto bueno a las carnes de los dos cebones que teníamos ese año para la matanza.

Las noches de Cereceda en Diciembre duran desde las cinco de la tarde hasta las diez de la mañana del día siguiente. Son noches largas, de diecisiete horas, que solamente se pueden pasar con una buena lumbre en la cocina y unas buenas mantas en la cama.

Yo le ayudé a mi padre a abrir ese camino estrecho, para una sola persona, con la esperanza de que el agua del pozo no se hubiera helado.

- Nunca he conocido el pozo con carámbano, me dijo mi padre.

Los golpes del pico indicaban lo contrario. El agua del pozo estaba helada. 

Mi madre se asustó cuando se lo dije y fué a la despensa a buscar la damajuana del aceite y la acercó a la lumbre para que poco a poco se derritiera.

- Este año hace mucho más frío que otros años, me dijo.

 Había carámbano en el pozo, el aceite se había helado y la matanza la hicimos al día siguiente de Reyes.


Foto google.com




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