miércoles, 15 de septiembre de 2021

 LA CHOPERA







Cereceda era un pueblo con buenas choperas en los dos márgenes del río Yeltes.

Los chopos eran una preciosidad : Firmes, altos, larguiruchos, sin hojas en otoño, verdes en primavera y amarillos en verano.

En invierno parecían más altos, más larguiruchos y mucho más tristes. El viento que se colaba entre sus ramas era el lamento del árbol que añoraba su " ropaje " de hojas de color.

En mi prado de Las Digisuelas - el nombre de mi correo email los recuerda - eran abundantes y gordos. Había uno a la punta arriba del prao que tenía las raíces en el río, en el que había corazones grabados a navaja, nombres de mozas y de mozos, y hasta alguna frase corta y bonita : " Te quiero."

Durante muchos años la Toma de Las Matas fué la piscina natural de Cereceda. El chopo está junto a la Toma. Los bañistas dejaban su ropa en el prado a la sombra de chopos y alisos.

Cuando llegaba el invierno, yo barría con unas ramas de sauce las hojas del prao, los amontonaba en una esquina junto a la portera y, al llegar las tardes del frío invierno, eran combustión para el fuego de zarzas y ramas secas. Allí pasaba algunas tardes con las ovejas. Luego, ladera adelante, nos íbamos  aproximando al pueblo y a los corrales.

En el patio escolar había un chopo " más alto que el campanario ", decía la gente, al que un día de tormenta lo hendió un rayo. Aquel chopo se secó sin que yo consiguiera conocer los nombres del niño y de la niña que lo plantaron y lo cuidaron hasta que fué mozo. Creció con ellos, pero al abandonar ellos la escuela, allí quedó el chopo para recordarlos.

Hoy quedan pocos chopos en las orillas del río Yeltes.


Foto  pinterest.es  Final del verano e inicio del otoño.

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