martes, 19 de febrero de 2019


LA CUCHARA DE PALO

Ayer fuí a una Residencia para Mayores.
Antes se llamaba Asilo de Ancianos. Luego Residencia de la Tercera Edad. Mañana....
En los jardines estaba, sentado en un banco, un hombre que tenía en la mano una cuchara de madera. Sobre sus rodillas estaba un pañuelo blanco, inmaculado, con las dobleces marcadas.




- Mire, usted, este pañuelo está sin estrenar. Lo tengo para envolver mi cuchara de palo.
Me senté a su lado y siguió contando " cosas " como si hablase para él.
- En mi pueblo lo llamamos " moquero." Este me lo compró mi mujer para la boda de mi hijo Juan. Yo siempre llevaba moqueros de color oscuro, de cuadros azules claros y azules oscuros. ¡ Si los hubiera llevado blancos ... ¡. Este pañuelo lo utilizo para guardar mi cuchara de palo.
Me la enseñó por delante y por detrás.
Yo no me atreví a tocarla.
- ¿ Sabe, usted ?. Esta cuchara la hice yo con mi navaja. Aquí no me dejan tener navaja.... Pero me dejan tener mi cuchara de palo. No puedo usarla. La pongo delante del plato y la tengo allí toda la comida y toda la cena. En el desayuno no la necesito. Yo me tomo un vaso de leche y dos galletas.





Me levanto del banco de madera.
- No se marche, buen hombre. Espere un poco. le contaré la historia de mi cuchara.
Yo era cabrero en mi pueblo. Yo guardaba las cabras de todos los vecinos. Las llevaba por el Ejido, por la Sierra, por el monte. Según el frío que hacía las llevaba para un sitio o para otro.
¡ Usted no sabe el frío que hacía en mi pueblo ¡.
La cuchara de madera me servía para comer la leche " migada."
Yo hice también un tazón de madera con la raíz de un roble. La cuchara la hice con una barda. Las bardas son los robles jóvenes. Luego metí el tazón y la cuchara entre la ceniza de una lumbre para que se secaran y no se rajara la madera.
Tengo el tazón guardado en la maleta. El tazón y la cuchara son las únicas " cosas " que me traje de mi casa del pueblo.
Yo fuí cabrero cuarenta y cinco años. Los vecinos me querían. Hasta que un día me dijeron que ya no quedaban vecinos ni cabras para guardar. Y me jubilé.
Cuando murió mi mujer me vine aquí.
Pensé que la historia había terminado y me levanté del banco.
- Si viene usted otro día, me busca y le contaré historias de mi pueblo. Y de las cabras. Y de los lobos. Y de las campanas del campanario, que a mí me gustaba voltearlas. Y ...
Un apretón de manos selló nuestra amistad.
Se puso en pie para despedirse de mí.
¿ Su nombre ?. ¿ Su pueblo ?. ¿ Su edad ?
Otra vez que vuelva a la Residencia para Mayores, a lo mejor, me lo dice.

  Fotos   www.google.es

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