domingo, 17 de abril de 2022

EL CASTAÑO DEL TÍO DAVID


Este artículo apareció publicado en el nº 6 de la Revista PATALOSO  Agosto 2.021

                              Su autor es Emiliano Alonso, hijo de Cilleros.




Érase una vez un pequeño castaño que allá por el año mil setecientos y pico observaba cómo un águila real sobrevolaba su altanera copa.

Se sentía muy orgulloso porque su dueño, el tatarabuelo de la señora Aurelia Vidal Álvarez, esposa del señor David Pérez de Cilleros lo había sembrado unos años antes y, aunque todavía sus ramas eran delicadas, su tronco ya apuntaba maneras de que llegaría a ser muy robusto y muy poderoso.

Desde su espacio, en la Hondonada, en el camino de la Reguera, muy cerquita de la Cruz que separa los términos municipales de Cilleros y La Bastida, podía divisar los tejados de las casas del " pueblo bastigueño "  y, en la lontananza, los Ganchos de la Cueva de la Buitrera y la Cueva de la Mora.

Las primaveras y los veranos y los otoños y los inviernos fueron inexorablemente transcurriendo y el tronco del castaño se hacía cada año más robusto y sus ramas se alzaban,  cada vez más estiradas, hacia el cielo, como si quisieran tocar las nubes con sus hojas verdes.

Aquel pequeño arbolito de altanera copa  se estaba convirtiendo en un gigante repartidor de brillantes y exquisitas castañas.

Cientos de personas y de niños y de niñas y de jóvenes y de mujeres y de hombres se acercaban a él, cuando estaba bien entrado el otoño, para recoger, asar y degustar algunas de sus bellas y riquísimas castañas reconvertidas en " calbotes " o " calboches."

Yo mismo rebuscaba algunas de sus castañas entre sus hojas esparcidas por el suelo cuando mi padre, el señor Emiliano el Cartero, me enviaba a llevar las vacas al prado de la Reguera, propiedad de mi abuela María Vidal Álvarez.

Pero el tiempo siguió inexorable " poniéndole " primaveras en sus ramas y erizos en los otoños, y las personas continuaban rebuscando su fruto entre el manto de hojas que cubría el suelo.

Hermoso Castaño Centenario, hoy quiero confesar que hace unas semanas, en la primavera de 2.021, he pasado por el camino de La Reguera, ahora reconvertido en carretera, y me he parado para mirarte y contemplar que solamente algunas de tus ramitas  han sido elegidas para adornarse con verdes hojas.

Y contemplo con tristeza cómo tus altaneras ramas, que siguen apuntando al cielo, ya no mantienen la fuerza ni la savia suficiente como para cubrirse con ese verde abrigo del que surgirían tus exquisitas castañas.

Y he parado para darte las gracias en nombre de todas las personas que tomaron tu fruto y se cobijaron bajo tu sombra en los veranos, y para decirte que , si sigues estando ahí para la primavera siguiente volveré a decirte : " ¡¡¡ gracias por estar ahí !!!."

Y, si te vas, vete con la conciencia tranquila porque habrás cumplido más de doscientos años,  con el deber para el que fuiste plantado por el tatarabuelo de la señora Aurelia Vidal Álvarez, esposa del señor David Pérez, de Cilleros.


Foto  Revista PATALOSO














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