domingo, 24 de abril de 2022

 EL HUEVERO DE SEQUEROS


Este artículo apareció publicado en la Revista PATALOSO  Agosto 2.021.

   Sus autores  Alba González, " gata " y su abuelo Ramón.




Abuelo, te voy a contar la historia de un mozo de Sequeros.

Había hace muchos años en este pueblo un mozo al que le gustaba vivir en su pueblo. Nunca lo dejó para irse a la capital, a Bilbao o a Suiza. Él amaba su pueblo y " se buscó la vida " en su querido lugar de nacimiento.

Desde pequeño le gustaban los huertos, los frutales y las viñas.

Y cuando se hizo mozo se enamoró de una moza muy guapa que a los doce años había abandonado su pueblo, Cereceda,  y se había venido a servir a Sequeros. Porque Sequeros era cabeza de Partido Judicial.

Tenía Juzgados y Registro de la Propiedad y Cuartel de la guardia civil. Jueces, fiscales y abogados vivían en el pueblo, en unos hoteles que construyeron a la entrada  por la carretera de Salamanca.

Esa moza a la que le gustaba el baile en la plaza, pronto se fijó en el mozo porque bailaba muy bien y le gustaba ser presumido, y, además, la gente decía " que hacían buena pareja."

Ella había dejado su pueblo porque en la casa del tío Silvestre y de la tía Frusina  sobraban bocas que mantener pues los hijos iban llegando, hasta cinco.  Tres chicas y dos chicos. Avelina, que así se llamaba la moza, era la mayor, después Josefa, Silvestre, Alipio y Nati, la más pequeña.

Y, como en todos los cuentos,  en el año 1.948, él con 26 años y ella con 24 años, " se casaron y vivieron felices " y tuvieron cinco hijos : dos chicas, Mari Carmen y Angelita, y tres chicos, Manolo, Pepe y Miguel Ángel.


Al mozo, ya casado, le gustaban los huertos y con un burro y un serón y unos banastos, bajaba a los huertos, cavaba las viñas con el legón, podaba los frutales y, mientras el burro trataba de mantenerse en pie por los caminos empedrados, él soñaba con otro tipo de vida porque los jornales y la agricultura no daban para vivir.

Menos mal que los domingos se iba al bar a jugar su partida de tute.

Y las cartas de la baraja le trajeron, una tarde de domingo, la idea de convertirse en negociante. Iría por los pueblos comprando huevos para venderlos por las casas de Sequeros o llevarlos a Salamanca en el coche de línea.















No hay comentarios:

Publicar un comentario