sábado, 13 de abril de 2024

HIDALGOS Y NABOS, ralos, ralos







Es un dicho de mi abuela Fausta.

El hidalgo era una persona que por linaje pertenecía al estamento inferior de la nobleza.

Seguramente ella no sabía quiénes eran los hidalgos, abundantes en la España de la Edad Media, pero sí que sabía - y muy bien - las aventuras de Lázaro - El lazarillo de Tormes - y el hambre que pasó mientras estuvo al servicio del hidalgo.

Ella me contaba de memoria porque casi no sabía leer y, aunque hubiera sabido, no tenía El Lazarillo de Tormes, todas las desgracias del " pobre " Lázaro y aventuras como el coscorrón del toro del Puente Romano de Salamanca o el comer las uvas de dos en dos, las aprendí yo antes de aprender a leer.

Para mi abuela un hidalgo era una persona que no trabajaba y que, por tanto, " no tenía derecho a comer ".

Ella quería que esos personajes estuvieran muy " ralos ", que significa " que fueran muy pocos ".






El que añadiera los nabos era porque ella sembraba nabos en el Valcabrero de Arriba y se le " daban " muy gordos.

Ya he contado que en Cereceda los nabos se los " echaban " de comida a las cabras y a las ovejas y a algunos churros, pero también se comían crudos.

Se lavaban en el agua corriente de algún regato, se los pelaba con la navaja y se comían porque los nabos de Valcabrero sabían dulces.

Yo nunca los comí cocidos pero los comí - y no porque tuviera hambre sino como " golosina - muchas veces crudos, como salían de la tierra, una vez bien lavados.

Para que engordaran había que sembrarlos ralos, muy separados unos de otros.

Mi abuela dejaba algunos nabos " para grana " todos los años.

Esa grana la tiraban en los linares que tuvieran mucha agua pues los nabos quieren estar siempre mojados.

Si nacían muchas semillas, se los entresacaba antes de empezar a engordar y, con hojas y todo, se los  echaban a la ganadería del corral, pues a todo ese ganado le gustaban, incluso a las gallinas y a la burra.


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