miércoles, 10 de abril de 2024

 EL MOLINILLO DEL CAFÉ





Tengo muy grabado en mi memoria el recuerdo de mi madre moliendo café portugués La Guapa.

Era café con torrefacto.

Mi madre ponía en una tapadera encima de la lancha de la lumbre los granos bien separados para que se calentaran.

Esos granos salían apelmazados del cilindro en el que venían " aperroguñados " y había que irlos separando para que se calentaran.

Después mi madre los ponía encima de un papel de estraza del comercio de Fortunato ( la camercianta era la Paz )  colocado sobre la camilla de la cocina, y con una botella los molía.

La botella pasaba y repasaba hasta que los granos de café se convertían en polvo.

Toda la casa - la cocina y el portal y la zona del mostrador de la taberna y la sala grande y la sala chica - todo se llenaba del olor del café portugués molido.

Luego lo echaba en un puchero de barro y allí esperaba el café molido hasta que, a cucharadas, lo sacaba de allí para ponerlo en el agua hirviendo del puchero de café que, los domingos y y festivos y alguna noche víspera de fiesta, se servía a quienes llegaban a la taberna.

Siempre había café " hecho " en un puchero de barro, de los puchereros de Tamames, que estaba negro, negrísimo por delante de estar siempre junto a la lumbre.

Pero un día mi madre compró un molinillo de moler el café.

A partir de ese día, a mi trabajo de las cabras y de las ovejas y de la burra y " de hacer los deberes que  mandaba Don Lamberto ", se unió el trabajo de moler el café.


Foto  pinterest.es  Un molinillo de café.

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