miércoles, 22 de junio de 2016
LA CASA BAJA EN " LA MONTAÑA DORADA "
" La montaña dorada " es el título de la novela de Raúl Rentero sobre la Peña de Francia, que los frailes dominicos denominaban la Casa Alta.
En esa novela aparece también la Casa Baja, como el lugar de residencia durante el invierno.
" El día de Difuntos además era de especial importancia para la congregación dominicana; ese día descendían desde la cumbre de La Peña a la Casa Baja.
Todos los años por intercesión papal centenaria, los habitantes del convento abandonaban el peñasco de la Virgen para refugiarse de las inclemencias del invierno en las acogedoras huertas de la casa de El Maíllo."
Raúl sitúa en el tiempo el terremoto de Lisboa, que tuvo lugar entre las 9,30 horas hasta las 9,40 horas del día 1 de Noviembre del año 1.755 en el día 2 de Noviembre.
Ese terremoto con un 9 en la escala de Richter produjo cerca de 100.000 muertos,aunque tuvo su epicentro en el Océano Atlántico a 300 km de Lisboa y produjo muchos daños en la Casa Baja :
" La girola de la Casa Baja se abrió como una naranja amenazando con empalar al incauto de turno con la lanza de la veleta. Algunos aldeanos de El Maíllo se acercaron a la Casa Baja en busca de consuelo. Era vieja costumbre entre los habitantes de los pueblos aledaños acercarse al convento dominico después de la Ofrenda a los Difuntos a dar la bienvenida a la congregación de la Peña en su descenso invernal.Los dominicos ofrecían misa abierta en agradecimiento por las gracias concedidas un año más, y los serranos, previendo que las despensas del convento estarían más vacías que estómago de perro abandonado, acudían con mimbres repletos de chacina, queso criado al humo de otoño y hortalizas. Era un trueque común en la Sierra : los favores divinos a cambio de los favores terrenales.
Aquel día los aldeanos llegaron a la Casa Baja con los rostros desencajados y los nervios a flor de piel. Fray Tomás en persona tuvo que salir a calmar a la multitud que se agolpaba contra el dintel corintio que a modo de tejavana daba acceso al recinto."
" En ese momento con gran estruendo la girola de la pequeña iglesia de la Casa Baja se desplomó. El abad descendió de la montaña de escombros y remangándose el hábito, sin mediar más palabra, comenzó a retirar piedra sobre piedra. Espoleados a su vez por el humilde ejemplo del abad algunos aldeanos también se acercaron a echar una mano. El resto se fueron para sus casas ahorrando fuerzas para levantar la propia vivienda que para la Casa Baja ya vendrán los hermanos ricos de San Esteban y edificarán nueva iglesia de rigor y sin esfuerzo. "
( La montaña dorada. Páginas 183 y 192,193 y 194 )
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