miércoles, 3 de noviembre de 2021

 SIENDO DE BALDE, echa vino, tabernero. Cueste lo que cueste.





Las gentes de los pueblos tienen una forma especial de juntar las palabras para que signifiquen lo contrario de lo que parecen significar.

Esta frase que decían los " gatos " viejos del pueblo debía terminar en la palabra tabernero : " siendo de balde, echa vino tabernero ". De balde significa que la bebida es gratuita, que la invitación la hace el tabernero y que los invitados solamente tienen la obligación " de beber y dar las gracias ", que decía mi padre.

Sin embargo, los viejos del pueblo añadían " cueste lo que cueste ".

Ellos sabían que era una invitación y que el pago ya estaba hecho, pero les gustaba añadir esas palabras, sonriendo, para que el tabernero se animase y pusiese buen vino, porque en la taberna había vino de varias clases. 

Esas clases no venían determinadas por la marca o por el nombre de la bodega de donde procedía sino que era la voluntad del tabernero quien definía a cada vino.

Mi padre tenía el vino que él llamaba peleón. Era el que vendía a quien iba a buscar una cuartilla - o media cuartilla - con la damajuana de cristal forrada de mimbre.

Después estaba el vino de pellejo que había llegado de alguna bodega particular de Las Casas o de Villanueva. Ese vino era el que se servía en el bar a quienes pedían " un chato ".

Por último estaba el vino de la bota o del boto. El boto era una bota grande que mi padre " exigía " que le llenara el dueño de la bodega en la que hacía la compra de dos o de tres pellejos, que la burra llevaría con paso lento hasta la taberna. El boto era el vino especial para las autoridades o para los amigos. Este vino iba siempre acompañado de un plato de chorizo o de lomo o de queso de las ovejas de casa.

Por esa razón, el añadido " cueste lo que cueste " significaba que los bebedores sabían que, muchas veces, la invitación les " salía cara."


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