martes, 25 de mayo de 2021

 LA NOVIA DE VENTISIETE PESETAS


Este artículo es el número 3.600 de los publicados en el blog Pataloso.

Siempre me gusta escribir un artículo " propio del mi pueblo " cuando el blog llega, un artículo tras otro artículo, a un número " redondo."

Hoy cuento una " antigua " tradición, que no costumbre, " propia de las " gatas " de Cereceda.

Cuando el párroco anunciaba un próximo matrimonio - tres domingos de pregones - se celebraban los pregones públicos en la Misa Mayor.

El sacerdote anunciaba los contrayentes y pedía que, si alguien conocía algún impedimento por el que no se pudiera celebrar ese matrimonio, que lo hiciera público.

Aquella tarde comenzaba el desfile de gentes a dar la enhorabuena a casa de los padres de los novios. Las muchachas del pueblo acudían en grupos a felicitar a la novia. En la camilla de la cocina había una bandeja con obleas - hechas por el tío Santos - y perronillas y rosquillas elaboradas en casa. Una botella de anís era el licor que se ofrecía de bebida.

Comenzaban también los regalos de las mujeres del pueblo que no eran de la familia y que acudirían a la misa de la boda y al posterior " banquete de dulces y bebidas " tras la salida de la Misa. Ese banquete se celebraba en casa de los padres de la novia, unos dentro del domicilio y otros a la puerta, en la calle. Las siguientes celebraciones de la boda serían en casa de los padres del novio,

La novia invitaba a las mozas que acudían a darle la enhorabuena a la Misa. Y la madre, o la madrina si la madre había fallecido, o la hermana mayor, les rogaba que se pusieran " majas " y acudieran a la puerta de la casa para acompañar a la novia hasta la iglesia.

- Todas las mozas íbamos muy " majas ", algunas con flores en el pelo, hasta la puerta de la novia. Allí la madre de la novia nos iba dando una perra gorda - luego se aumentó a un real y más tarde a una peseta  - para que lo echáramos en la bandeja del ofertorio, me contó mi tía Luisa.

- Yo recuerdo que mi madre les dio una perra chica o una perra gorda según la edad que tenían, cuando Vitoriano y yo nos casamos, me dijo la señora Encarna.

En el comienzo de los años sesenta, yo estuve en el pueblo cuando se celebró una boda y recuerdo que a las muchachas les dio la madre de la novia una peseta. Eran muchachas que estaban terminando en la escuela o que hacía pocos años que habían " salido de la escuela."  Yo, que siempre he sido muy " curioso," le pregunté a la madre de la novia cuánto se había gastado en esa invitación y la novia me dijo : " Mi madre dice que valgo ventisiete pesetas."

Aquel matrimonio ha sido muy feliz, aunque la novia solamente valiera ventisiete pesetas. El novio  la valoró muchísimo menos porque, como era del pueblo, no tuvo que " pagar las pesetas."

Foto  google.com








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