viernes, 14 de mayo de 2021


 BOTA SIN VINO, OLLA SIN TOCINO

Muchos gatos decían : bota sin vino no vale un comino, para indicar la poca validez al compararla con una semilla de tamaño tan reducido.

Mi padre prefería, como buen tabernero, realizar la comparación con la comida : " tocino de comida y vino de bebida."

La olla, mejor dicho, el puchero, que permanecía toda la mañana a la lumbre con los garbanzos en continua cocción y tapado por el puchero chico en el que se calentaba el agua necesaria para reemplazar  la que se evaporaba con el calor, era la señal distintiva de las cocinas de Cereceda.

A los " gatos " y algo menos a las " gatas " les gustaba comer garbanzos, la legumbre por excelencia a la hora de recuperar fuerzas para los duros trabajos de Cereceda.

Pero ese puchero debía contener un buen trozo de tocino de los " sus " cebones, curado en un cajón de madera y luego colgado de un gancho en la despensa, que la noche antes mi madre ponía a ablandar con los garbanzos. La sal del tocino ayudaba a ablandar los garbanzos y daba un sabor especial al puchero. Los otros ingredientes, que eran el chorizo, aunque fuera de " bofes ", o el relleno eran tan sólo un " añadido " al guiso.

Ese tocino se " extendía sobre un trozo del " su " pan y lo comían junto con los garbanzos sin esperar a que sirviera de " segundo " plato.

A mi padre no le gustaba beber vino de la bota en la comida. Lo echaba de la bota a una jarra y de allí a un vaso " para que le ayudara a pasar garbanzos y pan y tocino aplastao, " sin " añusgarse."

El vino, bebido de la bota, era para las " ocasiones."

Foto  google.com

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