lunes, 19 de junio de 2023

COMENZARÁ COMO UN PEQUEÑO CENÁCULO . . . 

                        

Artículo escrito por Anselmo Matilla Santos, Cura " pucherero ".

                                                            Rector del Seminario Diocesano de Ciudad Rodrigo


                                                    Publicado en el nº 7 de la Revista PATALOSO.  Agosto 2022.



Corría el año 1769. 

Por aquel entonces Ciudad Rodrigo era una ciudad importante de la raya portuguesa. Su posición ciertamente estratégica y a orillas del río Águeda hacía de ella un dulce acaramelado para aquellos que desearan conquistar la vecina  tierra lusa.

Desde hacía más de cinco siglos  el enclave gozaba de mitra episcopal, lo que había hecho que su relevancia fuera creciendo a lo largo del tiempo.

En aquel año el obispo de la Diócesis era Mons. Cayetano Antonio Cuadrillero y Mota.

Era un obispo preocupado por la formación del clero y del pueblo, que llevaba tiempo pensando iniciativas para poder cuidar a las personas de la Diócesis y para poder formar a los futuros clérigos.

Además creía que era necesaria la inversión diocesana en edificios, especialmente después de que en el año 1750 el terremoto de Lisboa  hubiera dejado maltrechos algunos de los edificios más importantes de la ciudad, como la Catedral, que había perdido sus dos torres defensivas.

La providencia de Dios hizo que por aquellas tierras del oeste salmantino pasara el joven Juan de Sagarbinaga.

Los trazos de su lapicero sobre las láminas de dibujo eran magistrales, y en pocos años se había convertido en un arquitecto de renombre.

Mientras residía en Salamanca decidió visitar Ciudad Rodrigo y durante esa visita el obispo Cuadrillero conoció al arquitecto. Ya sabía de sus trabajos en la catedral de Salamanca y en otros lugares de la provincia. Por eso no dudó en encomendarle algunas de las obras que el prelado tenía en mente.

Para bien del pueblo D. Cayetano le encomendó el diseño de un edificio importante: un hospital para poder acoger allí a los niños pobres y a aquellos enfermos que necesitaran cuidados y no pudieran costeárselos.






También le pidió el diseño de una nueva torre para la Catedral, una torre que a partir de entonces protegería la obra más importante de la Seo Civitatense: el Pórtico del Perdón, que según la tradición había sido esculpido por un discípulo del Maestro Mateo, el célebre escultos del Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela.

La fama de Sagarbinaga comenzó a extenderse como la pólvora , lo que hizo que los monjes trapenses del Monasterio de la Caridad, a unos pocos kilómetros de Ciudad Rodrigo,  también lo contrataran., e incluso dicen que  en la Casa Baja de El Maíllo, aquel paraje al que bajaban los frailes dominicos de la Peña de Francia cuando el frío invierno y las nieves llegaban para quedarse en la montaña.

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