miércoles, 10 de julio de 2019


EL JUEGO DE " PIES QUIETOS "

María me pregunta si en Cereceda se juega todavía al juego de " pies quietos". Su abuela le cuenta historias " de amores " nacidos alrededor de ese juego. Le cuenta que lo practicaban en la plaza de su pueblo antes de entrar al rosario.






Puedo afirmar que durante once meses del año ese juego no se practica en Cereceda. La razón es que no hay niños en Cereceda.
En el verano llegan los veraneantes y con ellos niños y niñas de otros lugares de España. Puede ser que al atardecer algunos decidan jugar a " pies quietos ".
Es un juego para niños y niñas que necesita solamente una pelota y un trozo de tiza.
En mi niñez la tiza sobraba. Marcábamos la circunferencia en el suelo de tierra de la plaza con un palo.
Nos colocábamos todos sobre la raya excepto un niño o una niña que se situaba en el centro de la circunferencia con la pelota en la mano.
Lanzaba la pelota al aire y decía un nombre. En ese momento alguien al escuchar su nombre corría al centro a coger la pelota, antes de que cayera al suelo, mientras el resto de jugadores corríamos todo lo que podíamos.
¡ " Pies quietos " ! era el grito que nos immovilizaba.
Quien tenía la pelota era el " rey " : lanzaba la pelota hacia el jugador más cercano, después de dar tres pasos. Si la pelota te tocaba, quedabas eliminado y vuelta a empezar.
El juego se acababa cuando sólo quedaba un jugador " vivo ". Si había mezcla de chicos y chicas, siempre procuraban eliminar primero a las chicas.
Recuerdo que había " promesas " al rey por parte de algunas chicas, si las dejaba para el final. Así la ganadora podría " vengarse " de algún pelotazo anterior.
Ahora los veraneantes se sientan en los pasos de la puerta de la iglesia, en las escaleras de la clínica o en el machadero de la puerta de mi casa y se dedican a las " maquinitas " o a los teléfonos móviles.
Como decía mi tía Floripe  " ahora terminan con la cabeza caliente y los pies fríos."

Foto  www.google.es

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En el nº 4 de la Revista PATALOSO  aparecerá un precioso artículo de María Águeda Marcos Hernández sobre los juegos de su niñez en las calles de Cereceda.

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