jueves, 3 de octubre de 2019


LA UNIVERSIDAD POPULAR ESPAÑOLA






" He dicho alguna vez, con escándalo acaso de ciertos pedantes, que la verdadera universidad popular española han sido el café y la plaza pública. "
                                                                          Don Miguel de Unamuno.

Como en Cereceda no había café, mi universidad fué el bar y posada que tenían mis padres.
Allí aprendí casi todos mis conocimientos de lengua castellana y de otras " fablas " porque hasta esa posada - " la posada de Cándido " - llegaban gentes de multitud de lugares, de España y de Portugal.
Los otros conocimientos me los enseñaron mis padres, mis abuelos, mis tíos y los vecinos del pueblo. Un añadido - de lenguaje culto - lo aprendí de mi tía Maxi, Maestra Nacional, y de D. Lamberto, mi maestro en la Escuela Unitaria de Niños de Cereceda.
La plaza del pueblo era también un centro de cultura pues allí se jugaba a la pelota, allí se celebraban las reuniones del Concejo, allí acudían los vendedores con sus carros, sus burros y, muy pocos, con su camión  de mercancías.
A la plaza del pueblo llegaba cada tarde el coche de línea. Una buena " aula " para quienes escuchábamos lo que los viajeros decían.
Pero además, había " clase de lengua castellana " en la fragua, en el pozo del huerto de mis padres al que acudían las mozas del pueblo a buscar agua y los mozos " a buscar amores ", en la Fuente Chica, en las Eras y en el Teso, en las Salgaderas y en la Escusa y en el Valle Trigal cuando íbamos a ordeñar las cabras, en la sala donde se reunía la familia para comer o cenar en las matanzas, en las esquinas por donde iba el alguacil echando los bandos, en.....
La universidad Popular de Cereceda tenía muchas " aulas " y diferentes profesores que, a quien quisiera escucharlos, le enseñaban castellano todos los días y a todas las horas.
Tenía razón don Miguel. Cereceda fué para mí la verdadera Universidad Popular en la que aprendí a hablar en castellano.

Foto tironiana.wordpress.com.

       Busto de Unamuno. Obra de Victorio Macho en la escalinata del Palacio de Anaya ( Facultad de Filosofía y Letras ) de Salamanca.

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