miércoles, 7 de abril de 2021

 A LA BÚSQUEDA DEL TESORO






En Cereceda se hablaba de que había un tesoro escondido.

Ese tesoro, del que Serafín se reía cuando yo le preguntaba. se encontraría en la zona de El Altozano. El Altozano era el nombre con el que mi abuelo Matías nombraba la plaza cercana a su casa. También las " viejas " que vivían en la zona decían " hemos salido a coser al Altozano " cuando se reunían a la puerta de la señora María en las tardes de otoño y de invierno porque allí estaban al sol de la tarde y a resguardo del viento cierzo, "el aire de Cilleros."

En ese plaza estuvieron los edificios " oficiales " de Zerezeda : la iglesia parroquial de San Marcos, la casa del párroco, la casa de la administración del Conde de Miranda en la que se hospedaba cuando visitaba Zerezeda, la casa del administrador , la Zilla y Acerbo para guardar el grano, y la casa en la que se cobraban los impuestos y se guardaba el dinero que eran reales de vellón.

Todas esas casas están construídas con buenos cimientos porque las piedras están " a flor de suelo." En una de esas casas había una cueva, cavada en la roca, que hacía de " caja fuerte " y tapada con unas losas de piedra de cantería, que " se necesitaban tres hombres para mover una sola piedra ", según el tío Sidro que vivía en la zona.

También contaban que en esa zona " habían caído dos chispas " atraídas por el tesoro en monedas de metal. Las " chispas "· en Cereceda son los rayos de las tormentas.

El P. Macías me decía que él también había escuchado esa historia en su casa y " es que las gentes de la comarca buscan tesoros debajo de sus casas: Unos los escondieron los árabes y otros los cristianos. Quilamas y la Peña son lugares de tesoros."

D. Saturnino me contó que en esa casa que se decía estaba escondido el tesoro, era donde vivía un judío que era el administrador del Conde de Miranda. " Pero yo pienso que ese judío se fué a vivir a La Alberca y se llevó su dinero. A lo mejor dejó algo y no pudo volver a buscarlo. Por eso caen las centellas ". Así llamaba D. Saturnino a los relámpagos de las tormentas.

Foto  google.com

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