lunes, 26 de febrero de 2024

 EL CRISTO DE LA LUZ

                     Artículo publicado en el nº 2 de la Revista PATALOSO  agosto  2017

                                  Autor José Damián López G.    Mayordomo 2017








El pasado 3 de mayo del presente año 2017, tuve la oportunidad de vivir una de las experiencias más especiales y bonitas de mi vida, siendo el Mayordomo del Santísimo Cristo de la Luz y Nuestra Señora de Porta Coeli, en el marco incomparable del Monasterio Porta Coeli, más conocido como El Zarzoso., un lugar en el que las monjas Franciscanas de la Tercera Orden Regular te hacen sentir como un miembro más de su comunidad.

En bastantes ocasiones he pensado que muchos de los que  pasamos por esa carretera dirección al Cabaco, la Alberca, la Peña de Francia . . .  no nos damos cuenta que a unos cientos de metros, allí en lo alto, un grupo de monjas, en su gran mayoría de Méjico,  mantienen en pie con su esfuerzo, desvelo, dedicación y, sobre todo, Fe, ese sobrio y espectacular monasterio.

Reconozco que otra cosa que hizo de ese día algo inolvidable fué estar acompañado por una persona muy especial, por mi amigo y compañero Jesús Ángel H. T. , para mí un hermano, el otro componente de la Mayordomía, y otro de los motivos para darle gracias a Dios por poner una persona de esa categoría humana en mi vida.  Ambos hemos pasado por momentos muy difíciles.

Recuerdo perfectamente los nervios por la responsabilidad del momento,  pues quería estar a la altura de lo que significa ser Mayordomo de Quien entregó su vida por nosotros. Aquél que murió por mí en ese madero, en esa cruz, de esa forma tan cruel. Levantaba los ojos, lo miraba y me estremecía por dentro, y sólo podía pedirle perdón y darle las gracias por todo a Él.

Fué una misa solemne presidida por el Excmo. Obispo de Ciudad Rodrigo Don Raúl Berzosa.

La Romería continuaba en el exterior, ante la expectación de cientos de personas que con entusiasmo, respeto y devoción acompañaban a cada paso al Cristo de la Luz y a Nuestra Señora, mientras los cánticos y los bailarines ataviados con los trajes típicos danzaban al son de la música tradicional, rindiendo su particular homenaje.

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