viernes, 3 de noviembre de 2023

 JACINTO Y SU HUERTO






Jacinto aprendió a manejar la azada años antes de ir a la Escuela Mixta de su pueblo.

La maestra tenía nueve niños y siete niñas cuando Jacinto, con sólo cinco años, " entró " en la escuela.

Allí aprendió " las cuatro reglas " porque acudía a la escuela cuando su padre, que era el cabrero del pueblo, no lo necesitaba.

Su padre guardaba unas cuatrocientas cabras porque en ese pueblo la agricultura " no daba para más " y los vecinos tenían quince o veinte cabras cada uno.
 
Un número menor que el de ovejas.

Jacinto se fué a la mili voluntario y se colocó en cocheras para aprender a conducir un camión y " bastante de mecánica ".

Cuando se licenció se puso a trabajar en un taller de reparación de camiones y de autobuses.

Fué allí donde conoció a Rosita, la hija del dueño del taller, con la que se casó tres años más tarde.

Hasta que un día, hace tan sólo cinco años, se jubiló.

Era el momento, pensó él, de volver al pueblo y comprar una casa vieja y convertirla en su casa de verano y de algunos fines de semana.

También compró un huerto que había junto a la casa.

Hoy vive en el pueblo casi todo el año - noviembre y diciembre y enero y febrero  los pasa en la capital porque su mujer dice que hace mucho frío en el pueblo - y se pasa las horas con la azada en la mano en su huerto de verduras y frutales.

- He vuelto a lo que me gustaba cuando era niño, pero me " apena " no tener un " hato " de ocho o diez cabras, y ordeñarlas cada anochecer y desayunar leche de cabra, de mis cabras, recién cocida, me dice un poco triste.

-  Ya tiene, usted, su casa y su huerto, le digo para consolarlo.

- Así es la vida, me replica. Me fuí pero, gracias a Dios, he vuelto.


Foto  pinterest.es


NOTA . -  El blog, tras el descanso del mes de octubre, volverá, Dios mediante, a publicar dos artículos cada mañana hasta finales de año.


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