miércoles, 19 de febrero de 2020


UN TRILLIQUE DE AYER   ( continuación )


Pero el tiempo pasa. Hoy Cereceda es, sobre todo, la finca " El abuelo " regada por la mano de mi padre que invirtió allí muchas horas de su jubilación con el entusiasmo del joven agricultor que siempre llevó dentro. Fué protagonista de siembras y cuidados agrarios, iniciador de proyectos hidráulicos con pozo, estanque y canales guiados por su iniciativa. Hemos comido en el campo con mesas y asientos que resistirán el paso del tiempo, entre escobas, pinos y robles, algunos sembrados con bellotas americanas, que marcan su contrapunto con  el bosque de la sierra.
Y esa obra está allí para disfrute de generaciones. Hijos, nietos ... El tiempo pasa pero el cariño permanece. Y las fotos de la Peña de Francia y del horizonte vespertino siguen siendo objeto de miradas a partes iguales, llenas de admiración y asombro por la belleza campestre y rural.
Sólo hace falta la caza. Y tengo bien guardada la escopeta del abuelo, la escopeta que siempre vi colgada y nunca utilicé. Tengo ganas de acertar con un conejo o liebre o jabalí .. aunque realmente no sé si seré capaz de dispararle a un animal del campo o del monte.
He subido a la sierra y he caminado por los praos del abuelo. Las porteras, ahora ya metálicas, estaban abiertas porque ya no hay ganado en los campos. Esas nuevas porteras han dejado atrás a aquellas hechas de madera por sus manos en las Tenás. Y al mover la hierba se acentuaban los aromas del campo y resultaba agradable a los sentidos :  hierba y flores, colorido primaveral, sonido de pájaros y cárabos,  zumbidos de abejas y otros insectos.
Y he buscado el pozo del Cerezo y oculta entre zarzas y maleza está la puerta que lo protege y evita la caída de animales.
Y he caminado hasta la sierra y en los bosques de robles se movían sobre la abundante hojarasca corzos y lagartijas, o culebras ( qué miedo a los bastardos ). Balidos y cencerros de ovejas, aire de la sierra, vida todavía en Cereceda.
Cereceda. La agricultura llena de sudor, con pocas lágrimas y muchos esfuerzos. Para triunfar en la vida había que dejar el pueblo, para ser feliz podía sobrar con resignarse a la disciplina, dura, del campo y del ganado, con la paciencia de esperar cosecha tras cosecha adivinando en el viento y en los refranes el tiempo y la lluvia.
Con el aire gallego se aventaban las parvas, con el aire cierzo había que recoger  al ganado ...  Ni idea real, pero hasta el aire tenía procedencias y nombres diferentes en la sierra.

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