jueves, 18 de junio de 2020


COMIDA SIN SIESTA, CAMPANA SIN BADAJO






A los hombres de Cereceda les gustaba echarse la siesta.
La siesta era un rato de descanso tras la comida.
El suelo de las tierras o de las Eras o el Teso eran una " cama " mullida para los cuerpos que habían salido de la cama a unas horas muy tempranas.
La siesta en verano era esencial para poder continuar el trabajo a la tarde y para hacer la digestión de la comida. Una comida de garbanzos, tocino, chorizo y relleno, " mitigada " un poco por el gazpacho y el barril de agua fresca.
A mí nunca me ha gustado dormir la siesta, ni en la siega, ni la trilla.
 " Yo soy más de dormir por la noche que por el día," decía mi abuelo Matías.
A la hora de la trilla eran mujeres y niños quienes ocupaban los " asentajos " del trillo mientras los hombres se " echaban " la siesta.
Tan sólo el viento y la prisa por limpiar alguna parva impedían que la siesta hiciera acto de presencia.
- Se nota que hoy no os habéis echao la siesta porque los briendos suben poco altos, decía siempre algún " viejo " que se acercaba a ver cómo iba la limpia de la parva. Parecéis " campanas sin badajo " porque no se oye una palabra en la parva.
A los guadañinos del heno tampoco les gustaba la siesta. Ellos comían, daban una cabezada y a " picar la guadaña " para seguir el trabajo porque " hay que acabar hoy el prao, que anuncian lluvia con el cambio de luna y el heno mojao da mucho trabajo."
Un recuerdo a aquellos veranos de mi infancia y de mi juventud, hoy que los trillos están apoyados en la pared y las guadañas descansan. cruzadas en un palo, en los corrales - garajes de Cereceda.

Foto  La siesta de Vincent Van Gogh

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