miércoles, 24 de junio de 2020


NO DIGAS " PILLÉ EL GATO "  mientras no lo tengas en el saco.

Mi padre y mi madre tenían muchos amigos en los pueblos limítrofes con Cereceda.
La taberna y la posada era lugar de visita para muchos forasteros.
A mi padre, que no le gustaban los gatos, le encantaba ofrecer gatos y gatas a todos los que dormían en la posada.




- Yo te lo cojo y te lo meto en un saco para que te lo lleves a tu pueblo, les decía.
Muchos gatines criados en la piedra de la lumbre y en el sobrao pasaban a realizar una excursión hasta La Nava, luego hasta La Alberca, bajaban a Las Mestas y se propagaban por las Jurdes, metidos en un saco.
- Es para que pierdan " el rastro " de donde se han criado y no sepan volver a casa. Un año le regalé una gatina a uno de La Bastida. Se la llevó en una cesta y a la mañana siguiente estaba maullando a la puerta del corral. Se había venido a casa, contaba mi padre.
Si eran crías de días el regalo, mi padre se las entendía muy bien para cogerlas y meterlas en el saco, pero si tenían algunas semanas, debía engañarlas colocando un trozo de queso dentro del saco. Al menor descuido del gato cerraba el saco, lo ataba con una cuerda y se lo regalaba al jurdano.
El jurdano lo llevaba en lo alto del mulo entre dos sacos de patatas o de cebada.
Mi padre regalaba gatos con el nombre puesto :
- Antes de que te lo lleves tenemos que bautizarla o bautizarlo, decía.
El bautizo lo hacían tomando juntos una copa de aguardiente en una mañana fría, antes de salir el sol por el Codorro, y pensando que el jurdano llevaría todo el viaje el sol a sus espaldas.
- Así el gato no te molestará ni " miará " en todo el viaje. Cuando llegues átale una cuerda y tenlo en la cocina, atado al escaño, unos días. Si ve que le echas comida, se quedará contigo y te librará de los ratones. Su madre es muy buena y cría dos o tres veces al año, le decía sonriendo al nuevo dueño del gato.

 Foto gogle.com

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