EL DESHOLLINADOR

En Cereceda era la deshollinadora, porque era un trabajo que realizaba la dueña de la casa.

Cuando iban a llegar las matanzas, mi madre se preparaba y una mañana se dedicaba a limpiar la chimenea porque el primer día de la matanza se hacía una " lumbrará " en la cocina.

Se ponía un caldero grande colgadop de las llares, el caldero de cocer a los cebones, y todo era sacar agua caliente y echar agua fría para la limpieza del corato de los cebones, de los cuchillos, de la mesa de la matanza y para cocer la morcilla " lustre ".

Siempre existió el miedo a que se prendiera la chimenea, con el peligro del paso de la chimenea por el sobrao, y el sobrao tenía el piso de madera.

Además debía atravesar las vigas y cuartones y la " abundancia " de brezos y de alisos que formaban la cubierta sobre la que se asentaban las tejas.

Mi madre se vestía como una bruja : ropa vieja, mandil viejo y pañuelo a la cabeza de color negro a los que se unía un palo largo acabado en una escoba de brezos para rascar en las paredes de la chimenea y desprender los hollines.

Mi madre lo hacía desde el suelo de la cocina. Nunca se subió al tejado para deshollinar porque la chimenea de mi casa era más ancha en la cocina que en el tejado. Según iba subiendo en altura iba disminuyendo de tamaño la anchura de la chimena. Además tenía siempre una caperuza de hierro como coronación para impedir la caída del agua de la lluvia a la cocina.

Yo recogía en un cesto de los de sacar las patatas, todos los hollines y los llevaba al huerto de la calleja El Castaño para mezclarlos con la ceniza y que sirvieran de producto fitosanitario contra ratones del huerto y cualquier otro atrevido animal subterráneo que osase comer los dientes de ajo que mi madre echaba en un caballón especial junto a la pared del huerto del tío Fael.

Deshollinar la chimenea era el primer paso para pensar en el día que se llevaría a " buen " fin la matanza de los cebones.

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