jueves, 29 de diciembre de 2022

 SEÑORÍO EN EL DECIR Y EN EL HACER







Me gusta acercarme a las personas que veo sentadas en la calle, aprovechando algún banco de hierro o de madera.

Son gentes llegadas de los pueblos a la capital, unas veces con estancia temporal - la época del invierno o solamente las Navidades -, y otras con estancia de vida habitual.

A esas personas les queda todavía el señorío de su pueblo.

- Mire, usted, yo era labrador, labrador de pareja de vacas, uñidas a un yugo para arar o al carro. Cuando se fueron marchando los jóvenes y " los que ya habían hecho la mili " y nos quedamos los viejos o cercanos a la vejez, me hicieron concejal y más tarde alcalde. He sido alcalde cuatro legislaturas, dieciséis años. En las últimas elecciones les dije que lo dejaba porque al llegar los primeros días de noviembre y los primeros fríos, mi mujer y yo nos venimos a la capital. No regresamos al pueblo hasta marzo o abril, según caiga la Semana Santa, que a mi mujer le gusta pasarla en su pueblo.

Yo lo he escuchado de pie, respetuosamente, sin atreverme a sentarme en el banco, una vez que le he dado " los buenos días " y él me ha respondido " buenos días nos dé Dios " que es casi una invitación a detenerme y charlar un rato o, al menos, a escucharle.

- Siéntese usted, si no tiene prisa, añade, desplazando su cuerpo hacia la izquierda hasta el borde del banco. 

Se ha quedado en silencio mientras yo me sentaba en el otro extremo.

- Mire usted - añade -, me siento así, que es una falta de educación, para que no se me sienten al lado media docena de muchachuelos, que hablan a gritos, que dicen palabrotas y que se ríen un poco o un mucho " de este viejo de pueblo ".

- Pero usted viste elegante, como los viejos de la capital, le sugiero.

- Hay una cosa que nos diferencia ; ellos van siempre dos o tres por lo menos. Si usted ve a un hombre, cargado de años sentado en un banco, no hace falta ser adivino; seguro que es un hombre de pueblo que ha venido a pasar el invierno a la capital.

- Tiene usted " señorío en el decir y, seguramente también en el hacer ".

- Me gusta lo que usted ha dicho.

- Pues sepa usted que la frase no es mía es de un escritor y sacerdote jesuita llamado Baltasar Gracián, le digo mientras me levanto y le tiendo mi mano.


Baltasar Gracián ( 1601 - 1658 )  jesuita, escritor del Siglo de Oro español.

  Su obra " El Criticón " - alegoría de la vida humana - es comparable al Quijote o a La Celestina.


Foto   Google.com


                                                      

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