miércoles, 13 de junio de 2018


EL LOBO SOLITARIO






En un artículo anterior escribí que había visto un lobo. Así fué.
Conté que lo vi en el carro de Joviano junto al potro del tío Manolo. Estaba muerto.
Pero yo vi otro lobo en la dehesa de Zarzoso. Estaba vivo. Bueno, digamos que vi brillar sus ojos.
Era un domingo " muy de madrugada ", mucho antes de amanecer.
Mi padre y yo íbamos con dos sacos de alubias por Altejos camino de Sepulcro Hilario o de Santi Espíritus. Llegaríamos hasta donde nos " durasen las alubias."
Era una venta ambulante por las dehesas, por la Puebla...
A mí me encantaba acompañar a mi padre o a mi tío Horacio, caminando, detrás de la burra.
Nada más pasar la portera de Zarzoso, tras cruzar Valdecarros, yo le dije a mi padre que nos seguía un lobo, que había visto brillar sus ojos en el lado derecho del camino entre las matas de encinas.
Mi padre me dijo que era el miedo. Que con el miedo se ven lobos a los dos lados del camino.
Yo le dije que había visto uno solo. Que en la escuela habían dicho que a los lobos le daba miedo la lumbre, la luz, las cerillas.
Mi padre encendió un cigarro para que se me quitase el miedo.
Poco rato después volví a ver los dos ojos del lobo. Ahora el lobo iba detrás de nosotros por el medio del camino.
Mi padre encendió otro cigarro para que se me pasara el miedo.
A la entrada de La Puebla, volví a mirar para atrás y vi el lobo, y se lo dije a mi padre.
- Es un pobre mudo que va pidiendo limosna por los pueblos y que ha venido detrás de nosotros porque le dan miedo los lobos, como a tí - me dijo mi padre.
Luego yo nunca he visto un lobo vivo.

       Foto www.google.es

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