jueves, 29 de diciembre de 2016

LAS UVAS DE LA SALA

En casa de mis padres teníamos dos salas : la sala grande, en la que había tres alcobas y la sala chica que tenía una alcoba.
La sala grande daba al huerto de casa y tenía una ventana. Miraba al Sur y le daba el sol toda la tarde, aunque fuera en invierno.
La sala tenía tres alcobas, pero solamente había una cama en dos de ellas; la otra alcoba era un trastero que se utilizaba para guardar " trastos ", cosas de poco o de ningún valor, pero que a mi madre le gustaba guardar en ella, aunque la casa tenía un " sobrao " muy grande. Quizás porque al sobrao se subía por una escalera con pasos de madera bastante irregulares, unos más grandes que otros.
El techo de la sala - la separación con el sobrao - era de cuartones de madera de castaño y tablas de " muchos años " que dejaban pasar la luz del sobrao.
Esos cuartones estaban llenos de puntas, al igual que las dos vigas que los sostenían.
Las puntas de las vigas eran " clavos de herrero " con cabeza redonda grande y cuerpo de cuatro caras,  en lugar de redondeado como el de las puntas.
En esos clavos mi madre colgaba las cestas de mimbre en las que almacenaba los dulces que ella hacía : Floretas, rosquillas fritas, perronillas, rosquillas bañadas que compraba en Tamames, las obleas de San Pablo o de San Marcos, que el tío Santos o sus hijas hacían en la cocina de mi casa.
En las puntas de los cuartones mi madre colgaba los racimos  de uvas.


Etiqueta        Costumbres.

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