martes, 31 de octubre de 2017

TIEMPO DE LUTO  ( continuación )

El velatorio se hacía en casa. Y no era algo baladí, porque en la despedida de uno se pone todo patas arriba. A veces se desmontaba la casa entera, se quitaba la cama de la alcoba para dejar espacio allí al difunto y a la familia y a todos cuantos vendrán a llorar la pena.
Con todo listo, se le tapaba al difunto la cara y las manos con un pañuelo blanco, y ya se encendía la palmatoria, que daba aire de aceite y luz a la estancia. Como si la propia presencia de la muerte no fuera suficiente para poner nudos en la garganta.
La familia al completo, niños incluídos, se vestía de negro, como un cuadro de Goya, sentados alrededor de la caja fúnebre a velar por el difunto y recibir el pésame de todos los que venían a la casa a dar el sentimiento. " Voy a rezarle a fulanito ", se decía en horas diurnas. " Yo le velaré a la noche ". Porque así se pasaban las últimas horas de vida, o las primeras de muerte.
Un día, con su noche, rezado y velado por familiares y amigos y vecinos. Y en esto se separa el grano de la paja, los allegados de los conocidos; al venir el día, cuando ya tienta el sueño, ya sólo quedan en el velatorio " los más arrimaos ", los de verdad. Hasta rugen los estómagos y la familia saca una pinta de aguardiente y una perronilla para hacer más llevadero el rato, ofrendas ambas que, como bien dice el saber popular, bien valen para una fiesta como para un funeral.
Llegada la hora de dar sepultura al difunto, el cura acompaña hasta la casa a los dolientes, donde reza un responso y a los niños se les da el pan de la caridad.
Luego llegaban los tiempos del luto. Que era una norma de rigor como pocas. Si era el padre o la madre, los mandados dos años las mujeres vestidas de negro y los hombres sin pisar la taberna ( ahí es nada ). Por los abuelos un año. Por los tíos nueve días...
Así se vivía, sencillamente. Y sencillamente se moría.

Texto tomado de

Entresierras Revista Digital   Viernes 27 de Octubre de 2.017

    Foto   www.google.es

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