miércoles, 23 de diciembre de 2020

 A COCER LA MORCILLA LUSTRE


Algún año en casa de mis padres y en algunas otras casas, la morcilla lustre se cocía fuera de la cocina.





Mi padre preparaba un buen fuego en el huerto de casa, colocaba dos palos con una horca que se hacía cortando las dos ramas, atravesaba un bardón un poco torcido, y en medio  ponía el caldero. Era el caldero grande de cocer las patatas y las remolachas para los cebones.

Allí iban echando las mujeres las morcillas hechas con la sangre de los cebones recién matados, recogida en una barreña donde habían depositado la noche antes el pan, la cebolla y los piñones. Las piñas de los pinos del campo escolar proporcionaban abundancia de piñones para la morcilla que nosotros llamamos " morcilla lustre."

Mi madre se acercaba al fuego y con una aguja gorda de coser los calcetines de lana, las iba pinchando para que se cocieran bien.  

Esas morcillas se cortaban después en rodajas y se freían con abundante aceite en la sartén, aunque a mi me  gustaban también con la cocción del caldero solamente.

Una vez cocidas las morcillas, se iban metiendo en ese caldero, las patas, las manos, las orejas y los rabos para pelarlos.

. Yo protegía los restos de esa lumbrará de cocer las morcillas, ayudado por mi primo Pauli - recientemente fallecido - y de mi hermano, para que a la tarde nos sirviera, añadiendo unos palos secos, para asar el rabo.

" Asar el rabo " era el acontecimiento más importante de la matanza para la gente menuda, aunque muchos años teníamos que hacer el trabajo de cocineros con nieve, con lluvia y con un frío " terrible " .pero merecía la pena. 

Era nuestra primera merienda celebrada al aire libre y " sin deberes porque la matanza de tu casa te " daba permiso " para faltar a la escuela.

Foto  pinterest.es

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