DICIEMBRE ES UN VIEJO QUE ARRUGA EL PELLEJO
La frase la decía en Cereceda el tío Santos, hombre de sabias sentencias y entendido en Astronomía, cuando aparecía el primer día de nieve y frío en las calles del pueblo.
El refrán compara a Diciembre, el último de los doce meses del año, con un viejo al que los fríos han arrugado la piel.
El aire de la sierra y el frío de las mañanas de invierno tensaban la piel de la cara que se ponía roja al salir de casa y enfrentarte al viento de Cilleros - el viento Norte o cierzo - que soplaba por las calles. Había una calle - la calle por detrás de la iglesia que cortaba el viento del Norte - al mismo tiempo que la orografía del pueblo se desequilibraba hacia la Esquina o el Chapatal. El pueblo tiene pocas bocacalles o pocas calles estrechas que se encarguen de " encajonar " el viento del Norte.
Los viejos del pueblo se resguardaban del viento en la cocina de las casas, en las que siempre había buena lumbre, y sus salidas eran al corral de la casa. El corral estaba caliente porque en él vivían los animales y estaba protegido del hielo de los tejados por los " tenaos " o las " tenás " en los que se almacenaban la paja y el heno del verano para los largos inviernos " gatunos."
Mi abuelo Matías se quejaba de que en invierno no " me dejan salir a la calle, ni ir hasta el güerto de la puerta del tío Modesto o hasta el del Hospital o acercarme hasta el Rescambrón. To el día entre la cocina, la sala y el corral."
Los muchachos nos frotábamos las manos con trozos de hielo de los charcos o con los chupiteles que colgaban de los tejados, porque " así la piel se estira, aunque os salgan sabañones ", decía la tía Fidela a los muchachos que jugábamos en el Altozano. Pero en su consejo añadía " ahora no os acerquéis a la lumbre porque se agrietan los sabañones y os sangran los dedos."
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