LOS POBRES TIENEN MÁS COPLAS QUE OLLAS, y más refranes que panes.

Yo conocí en Cereceda al tío " Milio ". En realidad se llamaba Emilio y vivía en la calla Larga. Lo recuerdo con la guitarra en el bar de mis padres. A cambio de sus coplas le daban unas monedas y mi madre le servía un café caliente. Un café negro. Un café portugués " traído " a Cereceda de estraperlo.
El tío " Milio " nunca cantó canciones. El " buen hombre " recitaba coplas. Coplas aprendidas de viva voz.
Los ciegos tenían cientos de coplas para recitar por los pueblos. Coplas de vírgenes y de santos. Coplas sagradas y coplas profanas. Coplas de jóvenes bandoleras y coplas de jóvenes judías. Coplas de jóvenes olvidadas del amor. Eran siempre coplas tristes acompañadas del " rasgar " de la guitarra. Coplas con las que conseguir unas " perras " para llenar la olla. Una olla de garbanzos, trozos de tocino, alguna " morcilla de año " o algunos trozos de oveja " que se volvió modorra " o que el cierzo le impidió llegar desde la Sierra hasta el Puente Cantería.
El tío " Milio " sabía muchos refranes. A mi me gustaba acercarlo a la lumbre y escucharlo. Desconozco si había pasado por alguna escuela. Pero su falta de vista había aumentado su memoria.
Sabía refranes de meteorología. Esos son los refranes que le gustan a las gentes de los pueblos. Esos refranes predecían el tiempo y la llegada de las estaciones. Eran mejor que el Calendario Zaragozano.
A cambio le daban un trozo de pan. En un fardel que llevaba su hija " iba guardando parsimoniosamente los trozos de pan".  Un pan de casa. Un pan de hornada de quince panes. Un pan que, guardado en el arcón, siempre estaba tierno. ... Y si algún trozo se ponía duro, se hacían sopas de ajo o se echaba en sopas en el fondo de la cazuela para que las patatas " esbaratás " de la cena lo ablandasen.
Coplas y refranes de mi pueblo. Un recuerdo del señor Emilio  y la señora Adolfina . Un recuerdo de sus tres hijos. Un recuerdo del tío " Milio."

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